¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque yacasi no se enseña en las escuelas. Cuando se emplea una lapicera, en general se lo hace para escribir con letra de imprenta. Stefano Bartezzaghi y Maria Novella de Luca, periodistas italianos interesados en el tema, preguntan si la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia o constituye una emergencia cultural. Muchos expertos se inclinan por la última alternativa. En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros. Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.
En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traducién do losen palabras. Por su parte, el escribir en letra de imprenta, alternativa que se ha ido imponiendo, implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración, Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorece nun pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habria que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Es ilógico suponerque la tendencia actual se revertirá, pero al menos los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser unlenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículoy fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. Posiblementesea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneizaciónque posibilita el recurrir a la letra de imprenta.
Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere. En todo caso, la resistencia que ofrecen lapluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Muchos escritores, habituados a escribir en un teclado, desearían a veces volver a realizar incisiones en una tabletade arcilla, como los sumerios, para poder pensar con calma. Eco propone que, asícomo en la era del avión se siguen tripulando barcos a vela, sería auspicioso que losniños aprendieran caligrafía, para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollopsicomotor.
Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad deltiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de laescritura a mano, señala que es ese un arte perdido, ya que, aunque los chicos loaprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, “nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la bellezapor la velocidad, la artesanía por la eficiencia. Y, si – admite su autora, Claire Suddath -, tal vez seamos algo más perezosos. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latin: dentro de un tiempo, no la podremos leer”. Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo.
Guillermo Jaim Etcheverry
Doctor en Medicina Graduado con diploma de honor de la Facultad de Medicina de laUniversidad de Buenos Aires.
Miembro de número de la Academia de Educación y de la Academia de Artes y Ciencias de la Comunicación.
En 2002 fue elegido rector de la Universidad de Buenos Aires